Me veo a mí mismo salpicado de tinta, recopilando de un sueño; caballos siguiendo un hilo de agua en busca de vetustas fragatas dormidas. Que se abren camino río arriba por entre arbustos de algodón. Sus melenas de bronce se tornan en fuego al alejarse de mí.
A mí vista los veo perderse mientras me lleno de una incandescente estrella de luz.
En mí cuerpo, blando, como de plumas, siento una paz pulular en mi inmediatez.
Me acerco al hilo de agua y detrás mío veo un dromedario de mirada familiar.
Acaricio su mejilla y siento su candor.
Yo, salpicado en tintas. Monté el animal con sorpresiva naturalidad.
Me dejé guiar por él, era tiempo de ir a casa.