Silencioso cuándo voy al sueño; siempre parezco correr a él. Es que tengo una mandolina en el pecho, mal tocada y apurada; como ese verbo de hacer vientito con la boca, viste. Como un bombo ebrio, que pone ritmo descompuesto al encuentro. No se agita como los árboles con el viento, pero aún así lo siento. No! , no es un hueco en el corazón, es sólo un músico inexperto que sobresale de la orquesta, y que durante el día vuelve al bosque con los lobos.